Uno de esos domingos en los que ya habíamos terminado las actividades de la biblioteca, me topé con un niño que nunca había visto en la colonia, y como caminamos un tramito juntos, nos saludamos. Obviamente lo invité a que asistiera los domingos (yo siempre) pero me dijo que no podía:

      • Es que trabajo todos los días -dijo entre orgulloso y feliz
      • ¿En qué trabajas?
      • En la bloquera -me señaló al final de la calle- y es desde la mañana hasta la tarde, sólo descanso los lunes, pero gano mucho dinero -y volvió a sonreir orgulloso.
      • Bueno, pero quizá un día tengas libre un domingo.
      • Si, a lo mejor un día..

Nunca he vuelto a verlo. No recuerdo su nombre. Sólo recuerdo su sonrisa amable y sus ojos vivaces.

Imagino que hacer bloques es muy duro. Según el INEGI, 3.3 millones de niños y jóvenes de entre 5 y 17 años de edad estaban en situación de trabajo infantil antes de la pandemia. Esta cifra se incrementó en un 16.5% debido a que en muchos hogares, la o las personas a cargo de proveer económicamente, perdieron sus empleos por el cierre de las actividades económicas. Los estados de México donde ha sido más dura esta realidad son Oaxaca, Puebla y Chiapas (INEGI).

El trabajo infantil, se define como una violación de los derehos humanos fundamentales, que perjudica el desarrollo de la niñez, puede conducir a daños físicos o psicológicos y que limita sus oportunidades de asistir a la escuela (OIT).

Se distingue al trabajo infantil de las tareas económicas que niños y niñas realizan pero que no implican un horario que no implican un horario que no les impide asistir a la escuela, realizar labores de recreación o que los coloque en situaciones de riesgo y explotación. La categoría denominada «las peores formas de trabajo infantil» incluye la esclavitud, la prostitución, la trata y las actividades ilegales forzadas.

¿Ya ubicaron al niño de mi breve diálogo? Si, él podría estar en condición de trabajo infantil porque no asistía a la escuela y su trabajo tiene un riesgo muy elevado para su salud. Había otros niños que acudían a la biblioteca pero, con el recrudecimiento de la precariedad económica y social, migraron con sus familias a otros Estados de la República. Sabemos que están con su familia, que son amados y protegidos, pero que extrañan su café con pan, el quesito doble crema, las tortillas de maíz, el picte y a sus parientes que se quedaron acá.

Otros permanecieron en la colonia pero empezaron a trabajar y abandonaron la escuela porque no tenían cómo conectarse a internet, algunos ni televisión tienen para las clases en línea.

Otros que áun llegan a las lecturas, se integrarán próximamente a un trabajo como chalanes (ayudantes de albañil) porque cumplirán 13 años, y porque la familia requiere de ese ingreso. He notado que la transición les causa ciertas ganas de estar juntos más tiempo: buscan un libro, juegan con sus imágenes, se inventan adivinanzas, chistes, maromas, juegos físicos. A ellos no les tocó participar en las actividades de hoy, porque es la reunión de los pequeños, pero están ahí, sonrientes, proponiendo un juego, ayudando a limpiar, comentando lo que hicieron en la semana y hablando del futuro inmdiato: su nueva actividad laboral.

Se llevan de nosotros ese granito de recuerdos, esas risas y esperanzas que ojalá vibren mucho tiempo. Al niño de la bloquera lo llevo yo aquí en mi pensamiento. Salúdenlo si lo ven, tiene la sonrisa amable y los ojos muy vivaces.